España presenta una anomalía en el mercado laboral que no se da en otros países: la productividad crece en las recesiones y disminuye en las expansiones.
En términos macro-económicos, la caída de la demanda agregada supone una reducción de la producción dando lugar a un determinado nivel de capacidad productiva no utilizada, lo cual genera un aumento del nivel de desempleo. Lo mas razonable tanto para empresas, que invierten en la formación de los trabajadores y no desean desprenderse de este valioso recurso, así como para los trabajadores cuyo objetivo es mantener el puesto de trabajo, es ajustar el empleo vía reducción de horas o vía ajuste de salario. La reducción de plantilla siempre debe ser la ultima medida a la que llegar en caso de haber agotado las medidas anteriores. Esta solución es la que se toma en la gran mayoría de países y es la causa de que la productividad disminuya en las recesiones.
En España históricamente la flexibilidad laboral ha optado por preservar el nivel de salarios en detrimento de las plantillas. La falta de entendimiento entre los representantes de los empresarios y de los trabajadores, excesivamente politizados ambos, así como las políticas en materia laboral de los gobiernos han llevado a España a una situación de rigidez de precios, causa fundamental de esta aberración en el comportamiento de la productividad.
Este fenómeno se ha evidenciado durante la Gran Recesión, como puede observarse en la FIGURA 1 en la que se representa la productividad de las cinco primeras economías de la UE, la productividad entendida como PIB dividido entre número de empleados ha disminuido en todos los países excepto en España en los años más duros de la crisis, y se ha ido recuperando conforme se iba recuperando la economía, de manera que PIB y Productividad han seguido curvas paralelas.

En España por el contrario conforme el PIB disminuía la productividad aumentaba y viceversa como puede observarse en la FIGURA 2, y paralelamente la población ocupada disminuía conforme a la FIGURA 3.


En cualquier caso este fenómeno explica el signo contrario de las variaciones de productividad respecto a la mayoría de países industrializados en periodos de recesión y expansión económica, pero no justifica la baja productividad de nuestro país. Son varias las causas que provocan este fenómeno y podemos resaltar las siguientes: El auge del sector servicios de bajo valor añadido en detrimento de la industria, la reducida inversión en I+D+i y la baja cualificación de los trabajadores en ciertos sectores. Así, cuanto más empleo se crea – en general poco cualificado – más cae la productividad.
Otro aspecto a tener en cuenta es el saldo creciente de desempleados de larga duración o crónicos. Las políticas de desempleo se clasifican en dos grandes grupos: las pasivas que se dirigen a mitigar los efectos del desempleo como ayudas y subsidios al desempleo; y las activas que se ocupan de favorecer la empleabilidad de los parados como la formación y ayudas a la movilidad, con el objetivo de reducir el paro estructural. Así como otras orientadas a facilitar los flujos de información conectando a empleadores y desempleados en búsqueda activa de empleo para reducir el paro friccional.
La formación a los parados de larga duración y la reconversión de los procedentes de sectores obsoletos debe ser una prioridad de los gobiernos.
A este respecto cabe recordar la irregular distribución de titulaciones formativas, con un gran porcentaje de universitarios, un gran porcentaje de estudios básicos, y un escaso volumen de titulados medios, rango de profesionales mas demandados en los empleos de cualificación. Comparativamente países con un tejido industrial importante poseen un mayor porcentaje de titulados medios frente a los dos extremos, véase Alemania.
La productividad y con ello la competitividad de las empresas también están ligadas a la incorporación de mejoras tecnológicas a través de la inversión en I+D, la inversión en capital fijo, y la inversión en la formación de los trabajadores. Todas ellas son medidas que a medio plazo mejoran la productividad de manera sostenida.
La existencia de un tejido industrial potente y competitivo, abierto al comercio internacional, garantiza tasas de productividad elevadas por la alta cualificación de sus trabajadores. Frente a este, el sector servicios en general más cerrado y falto de competencia ofrece unas tasas de productividad más reducidas. Además en España el sector servicios por excelencia es el turismo, el cual ofrece empleos de baja cualificación y temporales lo que acentúa la baja productividad del sector. En España durante la Gran Recesión la contribución del sector industrial – penalizado en gran parte por la construcción – ha perdido relevancia frente al sector servicios, cayendo del 29% al 24% mientras que los servicios aumentaban su cuota desde el 69% hasta el 73%.

Por otro lado la competitividad de las empresas suele ser un factor de escala, las empresas mayores tienden a ser mas competitivas y ademas reducen riesgos de ser comprada por otras mayores. España es un país en el que predominan las PYMEs, favorecer la fusión y asociación de pequeñas empresas es también un a medida encaminada a mejorar la competitividad de estas.
Vemos por tanto que son múltiples los factores que afectan a la productividad de un país, pero sin duda el desarrollo tecnológico de la mano de la investigación y la innovación, y la cualificación de los trabajadores a partir de un sistema educativo adecuado y un sistema de formación continua a la población son dos aspectos fundamentales dado que inciden directamente en la competitividad de las empresas, más aun en un mundo globalizado como en el que nos encontramos.
Fuentes: Eurostat, Instituto Nacional de Estadística.
Autor: Alvaro Bengoa Legorburu